18.6.12

CONTIGO...




Amiga, hoy he oído hablar de ti por primera vez. Y me he identificado contigo. Quizá hasta me he reconocido un poco en ti. Inevitablemente he tomado partido a tu favor. Reconozco esa cara y ese tono de voz con el que él te nombra. Sé que has sido muy especial en su vida, y que aún te conserva en un lugar privilegiado de su memoria. Posiblemente no te haya dicho nunca todo lo que has significado para él, quizá nunca lo haga. Pero creo que al menos mereces saberlo. Aunque tú no estuvieras buscando ningún mérito.

Te he imaginado como una mujer valiente y generosa. Capaz de querer sin límites, sin pasar factura, sin pedir nada a cambio. Debes ser una de esas mujeres que atraen a los hombres, pero con la que nunca se comprometen. En realidad -permíteme que me incluya en el grupo- nosotras les damos un poco de miedo. Lo mismo que les incita a buscarnos es lo que les hace temer. 

Probablemente sea ancestral en la cultura. Desde que aquellas mujeres sumisas y complacientes buscaban un marido para casarse, un hombre que cargara con ellas, renunciando a ser ellas mismas, hasta ahora, en que peleamos como buenamente podemos para ocupar nuestro sitio; algunas cosas han cambiado. Pero no tantas, como habrás comprobado por ti misma. Ellos no dejan de sentirse más seguros con mujeres que les garantizan que se quedarán para siempre, no importa lo que ocurra. Romper uno de esos compromisos consolidados es algo que ni se plantean.

 Finalmente, nosotras nos movemos por el corazón. Los sentimientos nos pueden. Afortunadamente. En realidad, aunque nunca te lo dijera, él te quería y admiraba. Era feliz contigo. En todos los sentidos era feliz.  Pero... pretender que rompiera su orden por ti, era otro cantar. En realidad no lo iba a romper por nadie. De haberlo hecho –de haber apostado por una relación gratificante contigo-  habría servido para beneficiarse a sí mismo, pero no estaba en condiciones de darse ese permiso. Así fue como te perdió.

Se le ilumina la cara cuando habla de ti y te recuerda. En realidad no sabe muy bien qué es lo que pasó. Yo puedo entenderlo, aunque no estuviera allí entonces, porque soy mujer. Por eso he decidido escribirte, y expresarte mi aprecio. Mi solidaridad femenina, más allá de toda la opresión que durante siglos nos ha mantenido separadas y divididas, compitiendo por las migajas, en lugar de apostar por una vida sin límites para nosotras.

Sin duda él es un hombre especial y merece la pena. Lástima que por entonces no estuviera dispuesto a jugársela contigo. Pero pudiste sentir que con él eras tú misma, que tu piel y la suya podían por momentos, llegar a ser una. Sentiste que te comprendía, que te apreciaba y valoraba, hasta el punto en que optaste por aceptar sus reglas del juego. Tenerle por horas y ser feliz a tope en ese tiempo. Él se dejó querer.

 Sobrevivía a cuanto acontecía en su vida paralela, porque contaba contigo, y pese a que tú de vez en cuando entrabas en conflicto y le plateabas la ruptura, sabía que más tarde a más temprano todo volvería a ser igual. Te tenía, estabas tú. Disfrutaba de ti. No tenía que desempeñar ningún papel.

Su compañera oficial de fin de semana representaba ese orden ficticio que muchas personas buscan, ante el temor al posible desorden que podía encontrar junto a alguien que se pareciera a ti. Y tú fingías no pensar en ella, pero lo hacías. Estoy segura de que lo hacías. Pensaste en ella durante años y aceptaste ese primer papel de ser la otra, en una difícil definición de si en realidad eras la amiga, la amante o la compañera....

Los fines de semana eran inmensos y eternos. Tenías claro que con él no podías contar en esos momentos. Paradójicamente, cuando más urgencia tenías de poder estar con él, era cuando menos le tenías. Pero ni un solo reproche salió de tu boca. Así que él, habitualmente tan dado a culparse por todo, no tenía conciencia de no haber actuado correctamente con respecto a ti.

Te dejaba claro que no iba a romper su compromiso,  aunque con los hechos estaba contigo en cuerpo y alma. Sentía contigo, compartía contigo y era él mismo contigo. Te guiaste por ese lenguaje más allá de las palabras que tan bien debes manejar, y apostaste sin límites ni condiciones.

Pero la sorpresa que te esperaba aquel domingo en la playa, con eso sí que no contabas. Verle paseando por la orilla con ella, era previsible. Pero el evidente embarazo de varios meses... eso sí que no te lo imaginabas.

 Tampoco esta vez fuiste a reprochar nada. Simplemente le dijiste que hasta aquí. Que eso era mucho más de lo que podías soportar. De esa manera le ahorraste el tener que darte explicaciones. Se lo pusiste fácil una vez más.

No he dejado de pensar en lo mal que te pudiste sentir en aquel momento, en el que una jarra de agua helada te cae por encima, sorpresivamente. Estoy segura de que estuviste llorando, sintiéndote estafada, por más que el implícito acuerdo te dejara sin derecho a hacerlo. Pero un a cosa era lo que sospechabas y no querías ni pensar, y otra lo que tu alma sentía. Eso... era simplemente desgarrador para ti.

 Pero ahora, que los años han pasado y se puede ver todo con un poco más de objetividad, quiero decirte que  tu honestidad no tiene límites. Nunca se te habría ocurrido recurrir a un embarazo si contar con  él, por más que quizá te habría gustado la idea de compartir esa experiencia.

Y con el paso de los años también se ha comprobado que todo se coloca en su sitio. Ya ves... su historia de seguridad se terminó por las propias contradicciones que encerraba, y tú no te alegraste por ello.  Supiste permanecer cerca, pero con tus propias condiciones. Aprendiste la lección.

 Estoy segura que habrás encontrado al hombre que te mereces y que apuesta por ti sin tener que negarte. Aprendiste a disfrutar de todas las palabras de amor calladas en este tiempo,  a ser única y especial para alguien desde la serenidad de no vivir el sobresalto de la duda.

Quiero decirte que él es mejor persona por todo lo que compartió contigo. Que más de una vez le salvaste del abismo, ocurrió cada vez que pudiste creer en él y ver toda su belleza de alma y cuerpo. Eso te ha dado un lugar eterno en su memoria.

De cuanto creció mientras compartió esos años contigo -robados a la oficialidad-  ha venido a resultar el hombre maduro que  es hoy y que yo encontré varios años más tarde, desde aquel día de tu cara estupefacta en la playa.

Solo sentí respeto al oír como te recordaba, y también una inmensa ternura, una especie de afecto solidario. Puedo ponerme en tu lugar y entender lo que sentiste.  Una lágrimas se deslizaban por mi cara, posiblemente por mi propia pena ocurrida en otras circunstancias y que yo traje al presente al oír hablar de ti.

Aunque nunca te lo dijera, no dudes de él que te quiso y aún te quiere. Una mujer como tú permanece para siempre en la memoria del hombre que haya tenido el privilegio de ser amado por ella. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario